El amor acaba

El día de hoy, es momento de decirle adiós a Cutiti. Lo hago de un momento a otro, así como lo hice de niña en mi diario. Y no sé porqué, pero tengo una ligera sensación de nostalgia. Es como haberlo evocado y una vez más, él no se enteró de esto. He tratado de ubicarlo en Facebook y Google, para saber cómo luce hoy, para enseñarles una foto, pero no encontré nada.

Corrían los primeros días de Marzo, en 1989. Días de colegio, de tareas. Es curiosa la vida de las niñas, un día amas con locura a alguien que ni siquiera te conoce. Y al otro, no sientes nada. De una forma radical, no tengo nada escrito por meses acerca del "futuro padre de mis hijos", de ese fervoroso amor –casi religioso- que sólo se podía sentir por un Jordan Knight o un Terry de Candy. Supongo fue el invierno, que hizo se enfríen mis más acalorados sentimientos de adolescente enamorada o las tareas del cole, no lo sé. No encuentro en mi diario ninguna historia entretenida para contarles, nada de amor, nada de romanticismo loco. Sólo frases como: "Hoy pasó lo mismo de siempre, no tengo nada que decirte"."Paso de escribir hoy". "Desayuné. Fui al colegio. Almorcé. Hice tareas. Cené. Dormí". Monotonía total.  

Así de simples pasan las cosas en la niñez. Cutiti fue el primero de una larga lista de AQNSQE (amores que no saben que existes). De esos amores no correspondidos, con los que sueñas bailar el Vals de Matrimonio y caminar por las calles de Miraflores de la mano. De esos que nunca tienen final y que quedan en el olvido. En la lista de mi niñez recuerdo algunos: el Chico de la Línea de Micros 57 A que recorría toda la Avenida Sucre, el Chico de la Casaca de Cuero Negro que se paraba en la esquina a fumar un cigarro con peinado de Fonzi, el Chico Rubio de Pelo Largo al que apodaron Pelón, Pablito Ruiz que en esa época no lucía tan gay, Atreyu de la Historia Sin Fin, Parker Lewis, Sean Astin en Los Goonies, etc.

En lo que respecta a Cutiti, muchos años después, casi terminando el colegio lo encontré en una calle de Pueblo Libre (el barrio de mi infancia). Todo lo que soñé, se acercaba hacia mí. El niño de mis sueños, por el que lloraba casi todas las noches venia h-a-c-i-a MI. Yo salía del colegio y encontré un amigo, mientras hablaba con él Cutiti venía a lo lejos. No lo podía creer. Se fue aproximando a nosotros y mis ojos se me iban abriendo de la emoción. El corazón se me aceleró y la vida volvió a centrarse en él. Parado frente a mí, nos dijo HOLA. Tantos años tuvieron que pasar para éste momento. Nos presentaron, me dió un besito. Yo traté de hablar algunas cosas, de ser lo más simpática posible, de interactuar. Pero él no habló nada. Se le veía nervioso, tenía las manos en los bolsillos, miraba siempre para abajo y los hombros medio encogidos. Era la misma persona desaliñada de siempre. Algo más gordo, con el mismo polo blanco y zapatillas blancas.

Su nombre era Eduardo. No recuerdo su apellido. Nunca más lo volví a ver.